El tiempo nunca influye en el sentimiento

domingo, 22 de mayo de 2011

24 hs fuera de casa

No soy de escribir sobre lo que hice en el día, pero cuando uno disfrutó de 24 hs maravillosas siente la necesidad de gritarle al mundo y agradecerle al universo por lo bien que la pasó. Ayer fue un viernes simplemente P E R F E C T O, y como desbordo alegría quiero escribirlo, para recordarlo a medida que tipeo y reírme. Así que les cuento sobre el 20 de mayo que viví.
Para empezar falté al colegio, y considero que no hay mejor comienzo que ese. Encima entraba a las 9, es decir, de haber ido a clases me hubiera quedado un rato más en la cama de todas formas. Conclusión, disfruté de unas cuantas horas más de sueño reparador. No tenía una razón para faltar, incluso tenía prueba de catequesis, pero fue increíble escuchar a mi mamá susurrando "sí" bajito para no despertarme mucho cuando le pregunté si podía pegar faltazo. Ojo, no se piensen que las sábanas me retuvieron en cama hasta el mediodía, porque incluso dormida me resultó extraño que mi madre me dejará quedar así sin más: todo era parte de su plan para que acompañe a mi hermana a hacer unos trámites al centro. De manera que a eso de las 10.30, bañadas, preparadas y un poco más despiertas al fin, emprendimos el viaje al centro que en mi caso, al no conocer mucho por ahí, prometía estar lleno de aventuras.
Comenzamos la marcha hasta la parada del 113 en Emilio Castro y Lisandro de la Torre. Las dos nos habíamos calzado botas y al caminar por las cuadras un tanto vacías sólo se escuchaba el repiquetear de nuestros talones, revestidos con tacos que nos elevaban unos 3 cm del suelo. Así hasta llegar a la parada y subir al transporte público. Un viaje en colectivo como cualquier otro, sin nada interesante que resaltar, al menos que les interese saber me fumé toda la baranda a chivo de un nene de primaria que subió a la parada siguiente; no importa, no quiero detallar sobre su peste.
El subte A le seguiría al 113 en la misión de llevarnos a nuestro lugar destino. Las distancias que suelo recorrer son muy cortas porque mi vida se encuentra en liniers, osea que pocas veces viajo por el transporte público, y menos el subterráneo. Primera vez por subte: descendimos por la escalera que en tiempos lejanos solía creer llegaba al centro de la tierra, usamos la tarjeta Monedero de mi hermana -en mi torpeza hice que pague doble boleto por pasarla mal en el sensor-, y llegamos a la plataforma. Un tanto ansiosa por verlo, esperamos que la cabecera del primer vagón apareciera por el gran túnel negro. Minutos después, el túnel estaba iluminado por la enorme máquina que disminuía su marcha hasta detenerse frente a nosotras, abriendo sus puertas, citándonos a entrar. Reanudó su marcha al estar los pasajeros dentro, y un par de paradas después nos bajamos. Al salir a la superficie, me impresionó el ángulo desde el que veía las cúpulas de los edificios viejos, hasta quise sacar una foto. Caminamos unas cuadras hasta el lugar, y la meta estaba cumplida.
El relato parecería terminar ahí, pero no. Esa fue la primera parte de mi expedición a la ciudad. La epopeya continuaba (? 
El detalle que omití antes es que también teníamos turno con el endocrinólogo a las 5.30 de la tarde. De modo que al terminar los trámites a eso de la 1.30, se nos presentó el dilema de cómo gastar esas cuatro horas. La verdad es que encontramos la solución muy rápido, porque en el centro se puede hacer de todo.
Lo primero que decidimos fue acallar los gruñidos de nuestros estómagos. Y qué mejor manera de saciar el apetito que una deliciosa y muy grasosa hamburguesa de McDonald's, no? Tomamos el B para quedar encaminadas al médico, y comimos en el Mac de la calle Florida. Hicimos lo de siempre con mi amada hermana: compramos un combo cuarto de libra y un big mac, comimos la mitad de la hamburguesa cada una y pasamos el medio que quedaba a la otra (siempre nos enseñaron a compartir). De ahí, decidimos ir al Starbucks Coffee, un lugar que recientemente se hiso adictivo para Nazi. Ella pidió su habitual y extravagante Mocha Blanco o algo así, y nos quedamos leyendo en los comodísimos sillones que había ahí. Vale decir que me dormí 20 minutos, imagínense la comodidad de aquellos almohadones.
Bueno, si mencioné el detalle de las botas no fue por nada. La verdad es que yo siempre me olvido que esos hermosos zapatos me lastiman el tobillo, haciéndome horribles ampollas. Entonces, mi linda hermanita que siempre me cuida, me compró curitas en el Farmacity.
Para ese momento, ya teníamos que ir yendo al estudio. Decidimos hacer la combinación Línea B y D. 
Cuando estábamos por cruzar la calle del Luna park, que nunca me acuerdo come se llama, veo un chico. Lo inusual era que tenía una pierna artificial, y asombrada por nunca haber visto una "en persona" (aunque él estaba en la esquina en diagonal a la mía) digo: "Mira nazi, mira!".
Lo gracioso es que apenas lo vimos las dos, el pibe empezó a vomitar su propia vida. Desde mi posición pude ver el verde nauseabundo. "Osea que si él lo hubiera hecho al lado mío y yo no tenía los reflejos suficientes para esquivarlo, ¿mis botas hubieran quedado verde camuflado?". "Así es. Esto es el centro, Mili" fue la respuesta que recibí de mi hermana, e instantáneamente la canción 'Welcome to the Jungle' empezó a reproducirse en mi cabeza. Me reí mucho aunque la situación era un poco desagradable xD
Lo único que quiero destacar del viaje por el D, es que entramos totalmente apretados. Osea, la gente estaba TAN comprimida, que nuestros cuerpos no respetaban la ley física de la inercia. Que frenara o se moviera era lo mismo, no había la más mínima diferencia.
Consultorio. Puteamos la mala organización del lugar, porque llegamos puntuales a la hora que supuestamente nos citaría el médico, pero nos atendió a las ocho menos cuarto. Tres horas esperando, porque después de nosotras pasó mi papá.
Pero no me importaba mucho realmente. Después de toda esta travesía por el centro que yo la conté muy resumida en realidad, vino el cumple de Noe. Llegué nueve y media a su casa y bueno, la pasamos genial.
La mejor parte fue quedarse reflexionando, y la verdad no se sabe que es más cómico: 5 pendejas de 16 años filosofando de la vida o que lo hayan hecho hasta las 4 de la madrugada. Aunque definitivamente lo que me hiso estallar fue nuestra forma tan nómade y salvaje de dormir: dos en el sillón de tres partes, dos en dos individuales, y la pobre cumpleañera en su puff al lado de la puerta xD. De todas formas solo las que se quedaron entenderían a lo que me refiero. Cuando entró claridad por la ventana, y nosotras habíamos dormido cuatro horas, empezaron a venir nuestros padres a recogernos. Primero agus y después yo, aunque claro, no me marché sin tomarme un té calentito.

Resumen para aquellos que no tuvieron ganas de leer todo lo de arriba: deambulé por el centro todo el día, viaje no una sino 4 veces en subte, comí en McDonald’s y en Starbucks, putié al doctor Maelovich por todo lo que me hiso esperar, y pasé una de las mejores noches de mi vida.
Simplemente tenía que escribirlo. Qué hermoso día.

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