Amo levantarme tarde los días que puedo: dormir por horas hasta que la batería de mi cuerpo marque 100% para después levantarme y seguir sintiendo ganas de acostarme otra vez –y hacerlo, obviamente; la satisfacción de descansar, desenchufarte de la vida agitada y atareada con tantos horarios que implican los días de semana; escuchar una leve voz y comprender que es tu cuerpo el que por medio de su lenguaje abstracto te susurra “gracias”. ¿A quién no le gusta sentir el magnetismo especial de su cama que parece atarnos muchas veces y nos sumerge en el mundo que solo nuestro subconsciente conoce?
Muy lindo de verdad, pero esos días en que me levanto al mediodía siempre me generan la misma sensación: me dan la impresión de que derroché el día. Mejor dicho, siento que pasa demasiado rápido. Y me molesta, porque antes de apagarme pienso en lo que hice durante esas 24 horas y entiendo que solo dormí, pelotudié y ahora vuelvo a dormir. Entonces, evidentemente, fue un día bien al dope. Por eso, al igual que adoro esos días, me gustan los que parecería me caigo de la cama –no se incluyen los días que voy al colegio porque no me doy cuenta, solo hablo de los fines de semana-. Me encanta el aire matutino, sentir como el mundo poco a poco se despierta y despereza conmigo, los rayos de sol con todo su esplendor, el fresquito de la mañana y muchas sensaciones más que solo se perciben en esas horitas exclusivas del día; pienso en todo lo que puede ocurrir, todo lo que podemos hacer antes de que acabe.
A las 9 me reuní con laucha, Jenny y Maia para hacer el fuckin’ trabajo de DSI. Y como siempre, los trabajos en grupos son geniales porque no haces más que boludear mientras se trata de trabajar. Nos quedamos hasta el mediodía y nos fuimos. Cuando llegué a mi casa, almorcé con la familia, me puse a leer los capítulos de lengua, jugué con la DS que hace banda no la usaba, seguí con el dibujo de los ratones Disney, ayudé en un par de cosas y para esos ratos ya eran las 3 de la tarde. Y aunque contado así parezcan dos cositas las que hice, para mi fueron un montón y encima, el día continuaba. Me tiré una buena siesta –me había acostado a las 2.30 a.m.- y me desperté 17.30 para cambiarme porque Cami y Gabi me pasaban a buscar a las seis para ir a jugar al pool. Nos fuimos caminando hasta Alberdi, jugamos una hora –un gordo se vino a hacer el que sabía solo para sacarnos el triángulo ¬¬, y cuando salimos pasamos por el mac a comprar gusanitos, papitas y una bebida bien grande que degustamos mientras caminábamos por las desoladas calles que se encuentran entre Alberdi y Emilio castro, los tres poniéndonos la capucha y haciéndonos los malos caminando por el medio de la calle. Fue genial. Llegué a las 20.30 a mi casa. Y la noche aun estaba en pañales, de modo que estoy orgullosa de decir hice el tedioso cambio de estación: bajé la ropa de invierno de la parte de arriba y la reemplacé por algunas cosas veraniegas, toda esta proeza mientras escuchaba música y planeaba con Agus cómo vamos a hacer nuestras propias remeras n.n La mía va a ser una básica gris, de estampado el dibujo de Mickey antiguo con el timón en mano mientras silba o negra con la Minnie dándole un besito al primero, o una tercera opción sería Mickey levantando a Minnie así bien tiernos. Es genial la idea de hacer tu propia remera de lo que se te antoje, pagando mucho menos que comprándola en un negocio. ¿Por qué no se me ocurrió antes? Muchas gracias Agus por tu genial idea!!
Conclusión, el día me rindió mucho y estoy súper feliz de que haya sido así.
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