"¡Que bailen, que bailen al compás del viento! Que se muevan describiendo la danza que solo ellas saben hacer, tan elegantes y sutiles al caer, antes de conocer suelo".
¡Al fin! El calor dio una buena batalla pero el frío terminó victorioso: los días otoñales/invernales poco a poco hacen su aparición. Sin darnos cuenta, de una tarde a otra, empezamos a salir con la camperita y a decir: “está fresco”. Y probablemente, dentro de un par de semanas, vamos a cambiar la ropa de verano por la abrigada.
Adoro el frío, su solución es rápida y sencilla: 40 abrigos encima y listo. Soy una persona extremadamente friolenta y como tal, disfruto del placentero regocijo de estar bien abrigada, calentita; taparme con acolchado, mantas y sábanas hasta las orejas; usar pijama, medias, pantuflas con el felpudito adentro y bata; tomar bebidas calientes, sentirlas correr por mi faringe, enardeciéndome desde dentro. Por eso, la velada perfecta en una noche fría está compuesta de una buena taza de té de tilo caliente con la mejor compañía de un libro (o en caso contrario de la compu), bien arropada en la cama que amo.
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