Cuan hermosa es la facultad del ser humano de poder soñar. Aislarse de la realidad, viajar a un mundo en que todo es posible y nada esta fuera del alcance de su imaginación. Vivir la experiencia de algo que no sucede en verdad, sentir sin usar los sentidos habituales del mundo tangible; ver proyectados los deseos tan anhelados por nuestro ser, los más puros de todos, los que muchas veces son imposibles que se den en la vida real y en nuestra desesperación por vivirlos los arrastramos a nuestro sueño.
¿Y a quién no le gusta soñar? ¿Quién no se duerme con la esperanza de experimentar lo que tanto quiere, por más breve que sea el tiempo para hacerlo? ¿Quién no se despierta con una sonrisa de oreja a oreja y pasa a putear a la realidad al percatarse que todo fue un sueño? Sí, un simple sueño, fantasía en su máxima expresión, todo producto de nuestra imaginación. Una decepcionante simulación, pero ¿quién no ruega volver a caer inconsciente después de entender todo esto? ¿Y a quién no le duelen las mejillas al despertarse y saber que pudo continuar soñando? Creo que a todos nos gustaría vivir dormidos, soñando con nuestros propios mundos perfectos, donde lo que queremos parece hacerse realidad.
Si escribo esto es porque recientemente tuve lo que se podría llamar una "racha de buenos sueños". Y a la vez, quiero contar sobre EL sueño más hermoso que tuve y que incluso después de tantos años sigo recordando como si lo reviviera todas las noches en que cierro los ojos. Todo el que me conoce sabe lo obcesionada que estoy con la idea de volar y la belleza del firmamento azul. Resulta que durante una de esas tantas horas de descanso cuando tenía 7 años, esto es lo que viví: en la terraza del edificio que por esos tiempos era mi hogar, yo comenzaba a correr con todas mis fuerzas para luego saltar y picar en la pared, e instantes después caer. La sensación de vértigo asentándose en mi cuerpo, momentos después la visión nublada por la plumas blancas como hojas éxito que brotaban de mi espalda, agrupándose en enormes alas. Me había convertido en una paloma blanca, y sólo me faltaba la ramita en el pico para ser la paloma de la paz. Y vale aclarar, que más allá de "haber volado" como siempre quise, el sueño esta cargado de una fuerza especial. La memoria de esa noche es totalmente distinta a otras. Me pregunto porqué me será tan importante.
Evidentemente, si no vivimos atrapados en sueños, es porque la realidad nos invita a que los cumplamos, que luchemos por ellos y vayamos tachándolos de la lista de cosas por hacer (?. Muchos son los imposibles de lograr, supongo que para ello tenemos el consuelo de poder soñar. Pero si podemos realizarlos, nadie duda que la felicidad no tendrá punto de comparación con la ilusión del sueño y por lo tanto, jamás sentiremos la decepción de enterarnos que no fue real.
Por eso tratemos de que los sueños no sean solo eso, sueños.
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