Martes por la noche. Antes de apagar la luz, una segunda leída a las creo 15 hojas que debería haber estudiado en la tarde. Había echado una buena siesta de dos horas, y si bien tendría que haber sido de una sola, el reloj no sonó y seguí de largo; y tomé ese desliz como destino. "Si terminé durmiendo más, es porque podía hacerlo" pensé. "Significa que no tengo nada de qué preocuparme".
Y así llegó la mañana del miércoles. Prueba de filosofía las dos primeras.
¿Nerviosa? Para nada. De hecho, me tomo en serio muy pocas evaluaciones. Las de ciencias exactas, y las que son con profesoras como ferreyra, las que te hacen estudiar hasta con los pies y verdaderamente sirven de algo.
Y sí, ya tenía asumido que me rebajaría a copiarme. En muchas pruebas hablo: confirmo si piensa igual que yo, refresco mi memoria, pido "el empujonsito", etc. De cualquier forma toda la elaboración la hace mi cerebro. No esta vez.
A ver, seamos claros, no sabía una mierda al cuadrado literalmente. Mi única esperanza era la persona sentada delante mío, mi eterna salvadora (a quien sin duda le haré un monolito de oro algún día), Jennifer Alonso.
Susodicha (? muchacha, me paso una hoja en la que tenia la respuesta de una pregunta. ((Esa hoja era de una prueba anterior y parece que DelVene se encariñó con Arístoteles, porque en todas las pruebas preguntó por él -.- )) Esa plancha de celulosa la puse debajo de la mesa, junto a mis apuntes.
Se presentó una situación que siempre creí sólo era posible en comedias.
Al mover mis apuntes para leer, voló la hoja. Planeó, describió un circulo en el aire -con mucha gracia por cierto- y fue a parar un metro y pico de mí.
Y lo más seguro es que mi cara fue así en ese momento
Si hubiera sido ferreyra..
... mejor no imaginarlo.
CUANTO CABRÓN PASIÓN
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