El tiempo nunca influye en el sentimiento

viernes, 24 de febrero de 2012

I need somebody HELP

Por primera vez quiero que el verano termine. Quiero que bajé el telón y aparezcan las palabras "The end" como sucedía cuando terminaban las caricaturas, con la diferencia que este final me alegraría.
No quiero que me malinterpreten. No quiero que la gente del exterior piense que la paso mal, que estoy en prisión o algo parecido. Esta muy alejado de serlo. Acá se presenta una situación muy simple: estoy las 24 horas de todos estos días, desde el 24 de diciembre hasta el presente momento, con mi familia y la única persona que veo y con la que no comparto lazos sanguíneos es Mercedes, la queli en mi casa.
Es raro describir esto. Cualquier persona que me conoce sabe perfectamente que tengo una excelente relación con mi familia y que disfruto mucho del tiempo que paso con ellos. Pero son las únicas personas que veo desde que me levanto hasta que me acuesto, así que es una cuestión de sentido común entender que no lo soporto más. Quiero ver a mis amigos, quiero participar de esas publicaciones de facebook en las que organizan cosas, quiero salir a la calle, conocer nuevos lugares, hasta vagabundear por ahí como solía hacer... todo parece tan lejano ahora. Lo único que me queda de esos maravillosos días, que antes eran tan comunes y con los que ahora solo llego a soñar, son recuerdos. Recuerdos que con la distancia del tiempo en la memoria parece que necesito de un telescopio para verlos, para recrearlos, para, como dije, simplemente llegar a soñar que vuelvo, que salgo, que puteo, que hablo de mis vicios, que digo comentarios que solo ellas/os entienden a lo que me refiero. Lo extraño, lo extraño tanto. Nunca creí que iba a ser tan duro no tenerlos cerca este verano. Por eso es que las dos veces que pude ver a Agustina, la comprimí en un abrazo muy fuerte, como si esa intensidad me ayudara a decir "Dios, es de carne y hueso, esta acá al lado mío, la puedo abrazar, puedo pegarle, puede sacarme esas carcajadas que solo salen con amigos. Señor, gracias". 
Pero esto me molesta. Me siento medio basura, es como si me conciencia me gritara "Shame on you". La estoy pasando tan bien a pesar de sacrificar el contacto humano. Como en todo verano me acuesto a cualquier hora y llego a saludar al sol antes de dormir, o en extrañas ocasiones me levanto temprano y desayuno con sus débiles rayos de recién despierto al igual que yo. Miro y me pierdo en una paleta de verdes. Cuando un paisaje hermoso se extiende ante sus ojos, uno no sabe qué mira exactamente, no tiene un punto fijo, no se detiene en los detalles, sólo ve el todo que forman esas partes. Y se puede quedar así por largo rato, al menos a mi me pasa, porque no es sólo lo visual. De pronto, se escucha un coro de pájaros a lo lejos y uno de cigarras más cerca, el aroma de las plantas llega a vos y la suave brisa que a veces levanta un poco del rocío de la mañana refresca tu piel. Y son esos momentos que te llenan de alegría, en los que tu voz se muere por gritar "estoy vivo" y tu cuerpo por bailar, o al menos moverse. Lo reconosco, soy una amante de esta vida y de la felicidad, que rosa los límites de la fantasía y la idealización. Y toda esa inspiración es la que me alienta a caminar dos horas por la colectora de panamericana y meterme por sus calles, ir a la piscina de 33 metros del club y hacer tantos largos como pueda, pedalear a las 12 de la noche despidiendo un día y recibiendo otro o tomar una siesta a la sombra de los pinos para al despertarme estar a un paso de la pileta. También están las salidas con la familia, los viernes de sushi, el super libro que me compré y disfruto tanto, las largas noches en que me quedo leyendo un manga y chateando con mi buen amigo gonza, la paz y tranquilidad de estar acá sin preocupaciones. Sí, con todo esto y más aún que no me acuerdo, me da pena no ver a nadie. Me quejo un poco de la falta de contacto, pero estoy segura que cuando empiecen las clases voy a extrañar estar acá y todas las maravillas que solo están acá.

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